viernes, 25 de marzo de 2011

Hitler y la música clásica

Es conocida la afición de Hitler por la música clásica y especialmente por las operas de Wagner. Según relata August Kubizek, amigo de juventud de Adolf Hitler, en el libro “el joven Hitler que conocí” el futuro Führer de Alemania usaba sus escasos ingresos para acudir a la opera de Linz. Allí se sentía atrapado por la música y la épica grandilocuente de Richard Wagner, veía en los personajes el espíritu Germano, la esencia de la raza aria, la superioridad teutona sobre los demás y la superación de las adversidades de un pueblo llamado a las mayores cotas imaginables.


Muchas operas de Wagner se disputan el titulo de ser la preferida de Hitler, Lohengrin, Tiefland, los maestros cantores y Tritan e Isolda se pueden considerar como sus favoritas.

Hitler fue uno de los mayores valedores del Festival de Bayreuth, donde se representan las interminables operas de Wagner, consiguiendo revalorizarlo y llevarlo a su mayor esplendor.


A excepción de la afición casi enfermiza por Wagner, los gustos musicales de Hitler dejaban mucho que desear. Una persona que gusta de la música clásica no puede menospreciar al mayor genio de la humanidad Wolfgang Amadeus Mozart, ni puede dejarse llevar por el antisemitismo y prohibir la música nada más y nada menos que de Félix Mendelsohn.

Son conocidas también las purgas en la prestigiosa Filarmónica de Berlín, donde los músicos judíos fueron obligados a dejar la formación.

Hay una larga lista de directores de Orquesta que huyeron de Alemania debido a su atmosfera de represión. Bruno Walter y Otto Klemperer, dos de los más respetados y talentosos directores de orquesta del mundo se vieron en la necesidad de abandonar su país y buscar un lugar donde el arte no estuviera siempre bajo la lupa del NSDAP.



Hubo dos excepcionales directores que si se quedaron en Alemania, Fürtwagler, el director de la Filarmónica de Berlín y un director de Salzburgo, cuna de Mozart, joven y prometedor, Herbert von Karajan.

El régimen del Tercer Reich uso la música clásica como una herramienta más de la propaganda, demostrando la superioridad cultural del pueblo Alemán. Famosas son las interpretaciones de Fürtwangler de las sinfonías del genio de Bonn, Ludwig van Beethoven en las celebraciones del cumpleaños del Führer.





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